CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


jueves, diciembre 21, 2023

CUANDO LAS BICICLETAS LLEVABAN MATRICULA

 No sé quién, ni cómo, pero me han robado tiempo. Hace más de 30 años, cuando aún se veían bicicletas con matrícula, cuando nevaba en nuestro pueblo, yo perseguía ocupaciones que llenaran mis horas. Hoy estoy a la caza y captura de cualquier minuto que atienda mis obligaciones. No sé si fue una decisión política, un fenómeno atmosférico o una causalidad coyuntural, pero los días empezaron a menguar de forma inesperada, sin avisar.                           
  Hoy la vida fabrica rapidez, tanta que nos ha extirpado rituales tan banales como hermosos. Por ejemplo, el arte de encender un cigarro con cerillas. El protocolo establecía una seductora normativa, cada vez que una bonita chica nos pedía lumbre. Primero ese meneo insinuante al que sometíamos a la rectangular cajita para que nos chivara si aún quedaban cerillas en su interior. El sonido que producía el choque de los fósforos entre sí, nos daba el visto bueno. Entonces abríamos la caja con mimo, como si estuviésemos deshaciendo la cama, cogíamos una cerilla, sin retirar la mirada de la doncella, y luego, el súmun, esos dos o tres roces sobre la pequeña lija hasta que la cabecita, blanca o roja, ardía. Entonces, ahuecábamos las manos, cobijábamos la llama, y la acercábamos, con tanto cuidado como placer, a la cara de aquel ángel con falda tableada y calcetines hasta la rodilla. Saldábamos aquel pasional encendido con el soplo. Un soplo medido, el justo para extinguir la llama a la primera, pero sin que despeinásemos a la casta muchacha. Y pensar que todo esto se ha cambiado por un
  
-      ¡ Quillo...dame fuego!, (y el quillo, sin mirarla, saca un encendedor de 60 euros y se lo arroja al ¿angel con falda tableada? )

No, ahora es satán, sin tableado y sin falda, y con tantos agujeros en la cara por los piercings, que el humo de cada calada ,se les sale por el rostro, antes de alcanzar los pulmones).
    Hemos arrinconado la magia de las cerillas, como hemos olvidado aquella  manera de buscar música en los receptores de radio, desescombrando sonidos y gorgoteos al girar los botones,  hasta que, el acierto del azar, hallaba la melodía, y con ella nuestro gozo. Y ahora me asusto porque antes de pulsar ya suena la canción en ese tercera oreja que nos han injertado con nombre de virus: emepetrés. Joder, ese nombre no es cristiano, algo raro esconde.
   En apenas tres décadas, hemos pasado de compartir la tarde con los Chiripitiflaúticos, de torear coches en las empedradas calles, y de perseguir al género femenino en forma de vecina, a trabajar , laborar y bregar. Cuando por fin alcanzamos a la vecina, unimos nuestras vidas como una sinalefa. Desde entonces,  nuestras noches se colman de pañales y de bañeras, que al rebozar, nos ponen el suelo perdido de espuma y niños por igual. Nos han cambiado a Locomotoro y al  Tío Aquiles, por un señor, con el que pasamos más horas que con nuestras mujeres, a cambio de un puñado de euros a fin de mes. Y para colmo, perdimos la afición al arte de Cossío. Ya no toreamos coches, ahora los compramos. Son  negros bragaos y astifinos, y todos los meses nos buscan y nos clavan el pitón en la entrepierna de la cuenta corriente. Yo llevo 48 cornadas de un Peugeot, y no sé, si me quedará sangre para las 24 que me restan. El director de mi banco dice que sí, que él me hace las transfusiones que necesite. ¡Qué bueno y des-interesado es! Pero lo mejor viene, cuando al salir del trabajo y llegar a  casa, nuestras mujeres, se han hecho con el poder legislativo, cediéndonos, generosas, el ejecutivo.  Un poeta, de Granada, nos saca las castañas del fuego, y nos descubre al ladrón de bicicletas con matrícula, al autor del hurto temporal, y lo desenmascara al concluir:
“Nuestras vidas, son los sobres que nos dan por trabajar, que es el morir”.
    Ahora  te comprendo, Peter Pan,  por no querer hacerte mayor. Por eso voy a ponerle a mi bicicleta una matrícula, de las de antes, a ver si consigo, al pedalear matriculado, encontrar el atajo que me devuelva a aquellos años.      
                                                              Manolo Martínez                                                                                                                     martinezmanolo63@hotmail.com      
               

                                    
                                                                                                        

4 comentarios:

Lola Martínez dijo...

Hola Manolo, no hace mucho pusieron esta delicia de película en televisión, ciertamente nos transporta a un tiempo, que no parece tan lejano, pero sí que lo es. A mi también me sorprende que ahora vivamos en otra dimensión, la de nuestros hijos, la que creíamos que no iba a llegar tan pronto, donde ellos saben más que nosotros, en algunas cosas claro. Sin embargo hay que disfrutarla igual porque ya queda menos y necesitamos saborear más el tiempo.
Estaremos en agosto en la playa, a ver si nos vemos y hablamos de cosas de mayores.
Un beso.

laportademanolomartinez dijo...

Me alegra verte por aquí Lola, y sí, tenemos que volver a vernos antes que acabe el año.Hay que buscar fecha y lugar. Comparto contigo lo de que hay que saborear el tiempo, pero a diario.

Anónimo dijo...

Si Manolo, pero las bicicletas, salvo las de piñón fijo, solo andaban pedaleando hacia adelante, y encima si se escapaba el pedal de la suela del zapato, te daba contra la espinilla dejándote marcado y medio tullido por un poco de tiempo. Difícil lo veo de qué se haga realidad el sueño de volver a recuperar lo que se llevó el tiempo.

Anónimo dijo...

el piñón no era fijo, cuesta abajo podías parar de pedalear, creo tenia 20/22 dientes el unico piñon, tambien las había para carreras o porque le que tenia dinero podia comprar con cambio de velocidades. yo fuí de único Piñón. Recuerdo a mi padre que compro una guinzo, andando hasta martinjuan por la verea y con ella de reata, en la lonjilla se enseñó después de echar unas poca de horas trabajando.

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