CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, enero 31, 2021

Las sobras

Lo que queda de la comida cuanto te levantas de la mesa es la sobra. Con las sobras creció una generación, la de nuestros abuelos, la de la postguerra. Más tarde, con esas sobras se criaban en los pueblos, a los cerdos, las gallinas y todo bicho viviente que tuviese estómago y patas. 

Hoy, mientras nuestros hijos ven la última serie de Netflix en un móvil que a menudo supera la nómina del padre, miles de niños de la India, Brasil y otros países, recogen las sobras para sobrevivir. Y lo peor es la absoluta indiferencia con que el resto del mundo civilizado les observa mientras remueven la basura sin que se nos remuevan las tripas. 


Circula por ahí un informe que asegura que con la cuarta parte de la comida que tiramos a la basura desaparecería el hambre del mundo, 800 millones de personas mueren por no tener acceso a nuestras sobras. ¿Qué hacemos rezando? ¿Qué le contamos a los santos cuando contemplamos esto? Un voto a quién intente aliviar esto vale más que un padrenuestro.

Manolo Martínez

El bacalao de Lolita


Lolita tiene muchas cosas buenas que llevarse a la boca, pero una de las que más, su bacalao. Además, nos seduce con sus diferentes vestidos, a cuál más ajustado a sus encantos. Desde su bacalao clásico al bacalao frito, pasando por éste que aparece en la foto, el bacalao con papas. No hay nada como las recetas de toda la vida en las manos y la cabeza de un joven chef de categoría como es Pablo García de Lolita Fusión. Comida de antes con las maneras de ahora. Que hacer disfrutar a los demás se convierta en tu profesión debe ser sólo para privilegiados. Chapeau. 

Manolo Martínez

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domingo, enero 24, 2021

Pasar los apuntes a limpio


Cuando el sol se va a dormir y tira de las sábanas para taparse, siempre se le quedan los pies fuera durante unos minutos. Son los últimos rayos del atardecer, que hasta que no lamen el mar y descubren el frío, no se encogen buscando el calorcito de la franela. 

Con las dos luces apagadas, la del sol y la de la mesita de noche, repasamos lo hecho durante el día. Siempre nos atascamos en lo que no nos salió bien, y entonces, el desvelo nos coge por el cuello para no soltarnos. 

Las noches no se hicieron para pasar los apuntes a limpio de lo que escribimos en los días: el trabajo, las faenas de la casa, los niños, el gimnasio que sigues pagando sin ir…

La cama se hizo para amar y dormir, pero nada más. Nadie es perfecto. Una vez hecho, hecho está. Hay que cerrar los problemas cuando cerramos los ojos, y despedirnos con un beso y el padre nuestro de Escarlata: "Mañana será otro día".          

viernes, enero 22, 2021

Desde mi colegio a la vida y viceversa

He vuelto a mi colegio cuarenta y cinco años después. Ha sido al abrir mi wasap y ver esta foto. Está igual que cuando lo dejé. Con mis dedos índice y pulgar estiro la foto y empiezo a buscarme. Seguro que estoy dentro de aquel wasap: en clase, o castigado quitando los chinos del campo de fútbol de tierra. 

A menudo me asusta tanta tecnología. Esto de volver al pasado y agrandarlo con dos dedos es pura magia, mejor que la Magia Borrás que nos regalaban los reyes. Hablando de reyes, hemos tenido que ser muy malos este año, porque no dejan de decir en los telediarios que los reyes, en vez de traernos cosas, se las han llevado. 

Intento ampliar más mi colegio y el descampado, por si encuentro a mi amigo Paco Pepe y a mí riéndonos mientras malcantábamos en el coro… y a Tony, a Paco, a Pachón..., y a don Andrés… , ay don Andrés…, pero los dedos ya no me dan más de sí, y no puedo seguir abriendo la foto, y con ella mi pasado. Cierro el wasap, pero quedan abiertos en mi corazón aquellos años.

          

Manolo Martínez

domingo, enero 17, 2021

Ir contracorriente


Este país no está hecho para los perros verdes ni para las ovejas negras, hay que ser por cojones palomas blancas. 

No es fácil ir contra la corriente, aguantar de pie la ráfaga de la intolerancia y el empujón del insulto sin caerte y partirte la boca entre las burlas de los ignorantes. No, no es nada agradable tener que dar explicaciones porque piensas distinto, porque eres negro, porque te dejas rastras, porque odias las chaquetas, porque eres homosexual, heterosexual o bisexual, porque te gusta la comida china, porque estornudas, porque eres comunista, socialista o animalista, porque te da igual la vida de los demás y sólo controlas la tuya, porque… 

…en fin, al final de una lista interminable de circunstancias que no son más que opciones y elecciones personales, maneras de vivir, acabas entendiendo que quienes esgrimen el látigo, los intolerantes, lo son por su incapacidad de ser libres ellos mismos. Están presos de ese mal que es el PENSAMIENTO ÚNICO. 

No son capaces de salir de su jaula. Se les va la vida meciéndose en un ideario que va y vuelve al mismo sitio siempre, como el columpio de los canarios, mientras escupen insultos como si fueran cáscaras de alpiste. 

Dos cosas por si tuviste la mala suerte de tener que bregar con alguno de estos: 

Una, échale el brazo por encima, para no caerte del asco, y que de camino piense que vas en el mismo barco. Al menos te dejará en paz. No es una solución honesta, pero es práctica.

Dos, mándalo al carajo. No es una solución práctica, pero es honesta.

                                                                                                              Manolo Martínez

         

viernes, enero 15, 2021

Mingalario


A treinta metros del ayuntamiento, la casa de todos, o eso dicen, y frente a la iglesia del Salvador, la casa de todos también (tenemos casa por todos lados), un camino adoquinado nos da elegir entre hablar con Dios o comer y beber como dios. Nuestros antepasados lo tenían claro ¿de qué vas a hablar con la barriga vacía? Por eso optamos por entrar en Mingalario primero. 

Es una taberna como dios manda, que para eso vive justo en frente. Suelo de barro, barra de mármol y un cielo del que llueven jamones. Entre el suelo y el cielo, un delantal con Antonio dentro. Nada más pisar el albero Antonio nos bendice ofreciéndonos la gloria en forma de migas, pavías, milhojas de carne mechá y queso de cabra o el santo y seña de la casa, las pringaítas.

Buenos caldos despachan allí para que, en veinte minutos, nos hagan ver las cosas de otra forma. La manzanilla, el Beronia o la cerveza nos achica el problema y nos ensancha el horizonte. Con media conversación y otra media de jamón, ya lo vemos todo claro. La vida es Comer, Beber y Hablar. Trabajar no. Trabajar no es vivir. Hay que trabajar para pagar la media de jamón, y punto.



El reloj va más despacio en aquella cantina. Va como debe ir, al compás del… 

- Llena aquí Antonio, esta ronda la pago yo 

¡Que vista tuvo el que decidió construir, frente a Mingalario, el Salvador! Comidos y bebidos ya podemos hablar. Lo que pasa es que confundimos hablar con pedir. Nos pasa siempre. Pedimos más que hablamos.   - Llena aquí Sergio, que Antonio está hablando. 

Manolo Martínez         


martes, enero 12, 2021

Vida de perros


Desde los tiempos de Maricastaña, cuando alguien tenía una mala vida, por las razones que fueren, se decía que llevaba una vida de perros. Nadie podría imaginar que algunos chuchos cambiaran su existencia hasta alcanzar estatus ignominiosos. 

Ni Heráclito, aquel que sostenía que todo en la vida era un cambio constante, hubiese imaginado que hoy hubiese chihuahuas que viviesen por encima de sus posibilidades, como hacen en los pueblos la gente que llamamos de "media capita". 

Comen a la carta, visten de marca, van a la pelu, y se estresan, los perros digo, como nosotros, y como los de "media capita". Es más, hay veces que uno piensa "...quien fuera perro": sin problemas, sin obligaciones, sin hipotecas, sin tener que sonreír a cojones.... jodeeerrr..., digo…, ¡Guau!, o ¡Guadu!, si el perro es de "media capita". 

¿Qué nos queda por ver? Esperemos que muchas cosas, pero por favor, tengamos dos dedos de frente, y que un perro sea un perro, no una star system, ¡por los clavos de Cristo!, que nos hemos vuelto gilipollas.

Manolo Martínez

Yo estuve en Narnia

 
Hoy hace diez años que estuve en Narnia, el 10 de enero de 2010. Entré en ella como los niños de la película, sin salir de mi nido. Sólo tuve que bajar la escalera, atravesar la cocina y allí estaba. Narnia en el patio de  mi casa.  Desde entonces no he vuelto a ir, no encuentro la entrada para volver. Ahora, con enero en mi casa, miro a diario en mi patio, pero nada. De cuando en cuando entro en los roperos, porque recuerdo que los protagonistas llegaron a ella a través de una puerta escondida detrás de la ropa colgada en uno, pero tampoco consigo pasar a través de ellos al reino de Aslan. Sé que la nieve es una presa muy codiciada en estas fechas, pero de ahí a ni un poquito siquiera después de diez años... 

Mientras me tomo una cerveza en el bar del barrio me dice un gracioso que si lo que quiero es nieve, que al bajar la cuesta de Fuentes Viñas, en la esquina, pegado al antiguo Flody, Pedro me vende toda la que quiera. ¿Es verdad eso, Pedro? Acuérdate que somos de la familia...

                                        Manolo Martínez

domingo, enero 10, 2021

Barriendo la Navidad


Un mes, treinta días que ahora caben en un recogedor. Durante cuatro semanas desmontamos nuestra casa y nuestros hábitos, para dejar que entre la navidad. Nos falta salirnos de la cama para cedérsela, como hacían nuestros padres cuando venían los familiares lejanos. El día siete de enero coges la escoba y empiezas a barrer la navidad. En el primer escobazo recoges los pelos del árbol, que ya tiene una edad y la alopecia lo está castigando. El año que viene compramos otro, o lo llevamos a Turquía. 

Él animo se te arruga cuando vas haciendo un montoncito al barrer, dónde se mezclan, con las pelusas de debajo del sofá, las voces de los niños cantando la lotería, la nochebuena con Raphael (que es un holograma, imposible que sea él). 

… y sigues echando en el recogedor: las calles iluminadas, los polvorones de limón que nadie quiso, las pelis de navidad, el buen rollo, las campanadas, Chicote (perdón, por Dios, qué miedo..., quise decir la Pedroche), los reyes, los juguetes, la cara de los chiquillos que se vuelven locos, como nos pasaba a nosotros, con cualquier cosa, con ná…con dos videojuegos que se llevan la nómina de diciembre…si es que es un día al año (qué bien los estamos criando…) 

…verás cuando la novia le diga ¿esto me vas a regalar por el aniversario? ¿Un anillo de oro viejo? Hasta luego Lucaaaarr… 

Ya cuento, como los rocieros, los días que faltan para la próxima navidad, 364,363,362… 

Manolo Martínez      


sábado, enero 09, 2021

HACE 10 AÑOS QUE NEVÓ EN CARMONA





















El Verdugo y esta mierda de sociedad


Sé que me estoy haciendo viejo porque cada vez pienso más como lo hacía mi padre. 

Si ustedes observan el fotograma que acompaña a este texto y les revelo que es el momento previo a la ejecución de un condenado a pena de muerte, ¿quién dirían ustedes que es la persona que va a ser justiciada?

Todos señalaríamos al señor que se está cayendo y al que sujetan dos policías. Salvo que reconociéramos que la escena pertenece a la película de Berlanga, “El Verdugo”, y entonces supiésemos que el malhechor va oculto en el grupo de delante. Al que llevan a rastras es el verdugo, el mismo que debe ejecutar a garrote vil al que no vemos porque va escondido entre el cura y los funcionarios de cárcel. 

Ese verdugo que se arrastra incapaz de matar no es un cobarde, era mi padre, y ahora soy yo, y ruego a Dios que el día de mañana sean mis hijos, porque ello significará que estarán inhabilitados para hacer el mal, aunque el reo sea esta puta sociedad que autoriza y da licencia para matar a locos como Trump, elegidos democráticamente. No confundamos la bondad con la cobardía. Cobarde es el que mata, nunca el que se niega a matar. 

Estoy seguro de que Berlanga y mi padre compartieron cañas en algún momento, en algún lugar. Posiblemente lo hicieran en la nube quinta, en la que suelen sentarse los que son diferentes porque no piensan igual. Discreto, como siempre,  mi padre nunca me habló de ello, ni falta que hizo. Siempre lo supe.

Manolo Martínez   

        

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