Hoy hace diez
años que estuve en Narnia, el 10 de enero de 2010. Entré en ella como los niños
de la película, sin salir de mi nido. Sólo tuve que bajar la escalera,
atravesar la cocina y allí estaba. Narnia en el patio de mi
casa. Desde entonces no he vuelto a ir, no encuentro la entrada para
volver. Ahora, con enero en mi casa, miro a diario en mi patio, pero nada. De
cuando en cuando entro en los roperos, porque recuerdo que los protagonistas llegaron a ella a través de una puerta escondida detrás de la ropa
colgada en uno, pero tampoco consigo pasar a través de ellos al reino de
Aslan. Sé que la nieve es una presa muy codiciada en estas fechas, pero de ahí
a ni un poquito siquiera después de diez años...
Mientras me tomo una cerveza en el bar del barrio me dice un gracioso que si lo que quiero es nieve, que al bajar la cuesta de Fuentes Viñas, en la esquina, pegado al antiguo Flody, Pedro me vende toda la que quiera. ¿Es verdad eso, Pedro? Acuérdate que somos de la familia...
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